Llego a Roma pasada la media noche y al día siguiente veo a los niños. Los tres están preciosos, y ya no tengo la sensación de hacerme vieja, porque ya lo he asumido y cuando me llaman tía me imagino cómo me ven ellos y cómo me verán a medida que vayan creciendo.
Casi todo el tiempo lo paso con los niños. Por las mañanas jugando con Guille en casa, que está malito y no va al cole, pintamos acuarelas, jugamos al ajedrez de mentira, tocamos el piano y le doy un bañito.
A las 12 viene Pie a recogerme y nos vamos al centro. Y nada más salir del metro en Colosseo…BOOM!!! Roma se me cae encima, de golpe…todas las calles me recuerdan a Angel. A Angel y a mí, y la marca en el árbol de Villa Borghese: “ Pasió”
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