"Siempre me faltaba algo" Se decía a si misma. Por las noches se acostaba sola en su cama y en la habitación a oscuras le era difícil conciliar el sueño. Durante años, sintió esa sensación de vacio, por las noches al acostarse y por las mañanas al despertarse. Sabía que el día transcurriría en un fluir del tiempo, sin sobresaltos ni alegrías, con una cadencia única e irreversible, la de la desazón, la de la desdicha por la agonia de un tiempo no vivido.
La tristeza. No era tanto la perdida lo que le molesta, sino la cobardía. No era tanto el dolor, como la pena. Y una incapacidad de sorprenderse.
Nunca sabemos lo que nos va a tocar vivir. Una repetición de una caida al vacío, desde el pricipio.
El terror que inmoviliza , que mata. Caer y levantarse, una y mil veces. Caer y levantarse. Como cuando de pequeños nos caemos al suelo y nos destrozamos las rodillas y hacemos como que no nos duele, nos tragamos las lágrimas para no parecer ridículos ante los demás.Heridas.
¿Huir hacia delante o mirar hacia atrás? Golpearse uno mismo contra una pared inexistente, porque no se conoce el dolor y hace falta experimentarlo de alguna manera, aunque sea un fraude.
Olvidar lo vivido. Buscar como un perro una recompensa que no se merece. Es sólo un juego. Siempre y nunca. Dos palabras que indican cuando se ha perdido el control. Perder el instinto es tan peligroso como confundir los sentimientos. No tener miedo. Alejarse de todo aquello que hace daño.No adjetivar nada como propio.
El caleidoscopio debe ser destruido. Elijo que me duela, para saber más.